
La tormenta de arena invadió el hábito de los árboles que entramados
procedieron a arrebatos en las venas de cada una de sus ramas, una costra
las curvas formadas por el viento en una sola dirección traslúcidas y ultrajadas
colgadas sus ropas sobre el puente, el asalto fue silencioso y se cargó a sí mismo.
Las calles están ahí como cuando teníamos cinco años y los asfaltos eran amarillos
los vidrios flácidos y decaídos por voluntad, nunca te salvaste de ese tropiezo
cuando el auto estaba detenido y simplemente caímos dentro de los asientos
yo no me lastimé, tenía el terror empujando palabras de mi boca seca.
Llegó el último día y las calles con sus pisos huelen mejor que las casas nuevas
me quemo, el clima me hace sentir como una mierda, el sudor es una broma
la tienda vacía y el muro quebrado sostienen el techo
en el agua de un libro nuevo el mar se había secado y el pueblo había muerto.

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